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sábado, 28 de noviembre de 2009

Juan Bautista Dominguez Alfonzo



José Calasanz Mata Bellorín

La Patria Civil, valores y vivencias (2006)



Nació en Sabana de Uchire el 16 de mayo de 1914. Sus padres fueron el hacendado Jesús María Domínguez Armas y la distinguida señora María Teresa Alfonzo Rojas. Fue, al igual que los compatriotas nombrados en las páginas precedentes de este humilde librito, un ciudadano modesto y muy sencillo. Desde muy jovencito se inclinó a la pintura y llegó además a ser un dibujante excepcional. La crítica lo consideró como uno de los mejores plumillistas del país y de América. Expuso sus obras en las más renombradas salas de Venezuela y el mundo. Esas anotaciones las encontramos en el propio catálogo referencial de la Biblioteca Nacional de Venezuela y se conforma en dos trabajos suyos publicados, el primero en 1971 y el segundo en 1974. Participó de manera sobresaliente en concursos nacionales e internacionales.

Cuando me honré y alegre de conocerlo personalmente, me regaló una plumilla que conservo y exhibo orgullosamente en mi estudio jurídico de Sabana de Uchire, dibujada con su excepcional pasión artística que refleja una estampa de la playa y río de Machurucuto, visto por él en abril de 1.937, precisamente a pocos meses de haberse bañado allí el querido tío y pariente suyo, Jesús María Bellorín, de cuyo baño le devino una pulmonía fulminante y murió seguidamente en el vecino pueblo de Cúpira. Es justo reconocer el agradecimiento de mi familia por haber llevado a las queridas hermanas Delia Mercedes y Esther María a dibujantes de Cartografía Nacional.

Cabe señalar que Juan Bautista Domínguez Alfonzo distinguió y apreció muchísimo a mi madre Mercedes Bellorín y a su hermana Sofía Bellorín. En visita dispensada en la casita de Coche a su querida prima, la Chicha Bellorín (así, familiarmente, llamaba a mi madre), me contaba en medio de las inolvidables tertulias sabatinas sostenidas en compañía del otro gran uchirense Jesús Salvador (Chucho) Marichales, del apasionado y largo romance juvenil sostenido por su linda hermana Bertha con Chicho Mata. Juan Bautista Domínguez me hablaba también con frecuencia del afecto y distinción que le dispensó al ya nombrado Chucho Bellorín, fallecido como se dijo por las fatales circunstancias derivadas de su baño en la playa de Machurucuto, plasmada en su ya referida plumilla.

Domínguez Alfonzo había nacido en la mansión de tejas, diagonal a la casona de los Armas Álvarez, construida por su padre Jesús María Domínguez Armas. En esa mansión también vivió Don Manuel Marrero, padre de Rafael, Rosario y Rosaura Marrero Armas, nativos también del pueblo de Uchire y quienes después se fueron a vivir para siempre a Valle de Guanape, así mismo sus hermanas naturales, Bertha y María de los Remedios Marrero fijaron su residencia en dicho pueblo de Valle de Guanape. En medio de la admiración y el aprecio por su fama de gran dibujante y plumillista, el 20 de marzo de 2005 Juan Bautista Domínguez Alfonzo se despidió de este convulsionado mundo, en la ciudad de Caracas.





Juan Bautista Domínguez Alfonzo
Teresa Piñana Vives.


Juan Bautista Domínguez Alfonzo es un hombre apacible, tranquilo, alejado de ruidos y publicidad. Tras su aspecto bonachón y sensible esconde un espíritu latente de vibraciones emotivas que redundan en un arte exquisito en paciencia y perseverancia: el dibujo a plumilla.
Me costó mucho aceptara contestar algunas preguntas periodísticas: “No sirvo para eso”, dijo. ¡Claro, lo él es pintar, pintar, pintar¡ Sin embargo insistí y resignadamente tomó asiento, entrelazando sus manos con su poquitín de nerviosismo.

- ¿Cuándo comenzó la afición a dibujar?

- Desde que era muy niño. Nací en Sabana de Uchire, Estado Anzoátegui, y cuando comencé a tener uso de razón, no me perdía las revistas que tuvieran dibujos y grabados. Así, poco a poco, adquirí un modo de hacerlo de forma personal, un modo más mío.

Juan Bautista cree haber hablado ya demasiado. Insisto y así me entero de otras cosas. Por ejemplo: adolescente se viene a Caracas y actualmente trabaja en la Compañía de Teléfonos (es allí un funcionario sumamente querido por sus compañeros). La Capital y luego, gracias a viajes de tipo profesional, Margarita, Puerto cabello, Coro, Maracaibo, Mérida y otras ciudades le permiten entronizarse en la recia y sólida arquitectura colonial.

- Encontré en la plumilla la expresión justa para dialogar con esos rincones tan hermosos como escasos. Sin embargo, trabajo intensamente el óleo.

El arabiente colonial es pasión en Domínguez y lo busca en celosas correrías por ciudades y pueblitos del país. Cuando los encuentra, los plasma con su plumilla en maravillosa exactitud, cargada de tradición, sinceridad y vocación.

En óleos es todo un maestro. En plumilla, Juan Bautista Domínguez es único en el país. Domina el oficio a conciencia, sin llegar a eso que se llama “imagen fotográfica”. Eso está lejos de él y de su quehacer. En su labor hay el secreto de un gran artista: mística, expresión sensible, personalidad, precisión e independencia.



Presentación con motivo de una de sus exposiciones.

Hoy ofrecemos una muestra especialísima: la magnitud del pintor venezolano, Juan Domínguez Alfonzo.

Artista dedicado al dificilísimo arte que hiciera famoso el mago del Renacimiento Alberto Durero, “la plumilla”, expresión casi olvidada. Hoy día es difícil encontrar verdaderos artífices de la tinta china.

Domínguez está considerado entre los tres mejores pintores plumillistas, y por coincidencias, llamados Juan Francisco Domínguez, genio del dibujo taurino, “España”; Jean Dominic, creador de personajes, “Filipinas”; Juan Bautista Domínguez, gran paisajista, “Venezuela”; de manera que el trabajo hecho con honradez personal, con un sentido estético sumamente puro y la limpieza de su obra, le han catalogado internacionalmente, en primer plano. Las líneas ejecutadas con destreza y agilidad se entrecruzan y distorsionan, perfilándose los contornos y espacios llenos de luz logra movimientos en los árboles. Al dibujar casas, calles y plazas coloniales, estiliza el trazo, curva las líneas, puertas, ventanas y rejas pierden severidad y rectitud, dando la sensación que salieran de cuentos, leyendas, y épocas lejanas y no fueran pintadas del natural.

Con razón, se ha llamado a Juan Bautista “El Cantor de Hispano-América”, el ama la tradición, vive fiel al resurgimiento del ayer, a la edificación que hermanó tierras diferentes, que cambió la choza de paja y barro por casas de paredes y techos sólidos, creó caseríos y ciudades, que hoy a través de los cuadros de Domínguez se valorizan y, la similitud entre diversos países, demuestra en la historia de las Naciones, la nobleza de la raza que formó los pueblos Hispanos que fueron orgullo y baluarte de la Madre Patria, ahora ya libres, poderosos y fuertes, orgullo de América, más siempre con las raíces que con las traídas de allende los mares, se plantarán en esta tierra ubérrimas y fértiles, que dieran los grandes frutos de religión, credos y arte.

Ese misticismo con que labora Domínguez, le hace recorrer lugares y sitios históricos en búsqueda de rincones iguales, que el tiempo hará olvidar, pero quedarán como testigos en el trabajo sencillo y único que tiene el mérito de auténtico y veraz, por lo que su labor es reconocida en el Mundo, no solo como artista, sino como historiador gráfico, como poeta y como hombre.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Navidad en Oriente

LA NAVIDAD EN EL ORIENTE VENEZOLANO

Rafael Armas Alfonzo

Del Oriente Venezolano

Págs. 42 a 46.


El 25 de diciembre el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret. La palabra navidad, del latín nativitas, significa nacimiento. Este acontecimiento histórico se celebraba antiguamente en diferentes fechas, hasta que una mayoría de pueblos cristianos acordó celebrarlo en la fecha en que se celebra actualmente.


La Navidad es la más grande festividad religiosa de la iglesia cristiana. De cuantas leyendas o tradiciones se tiene noticia, ésta, la del nacimiento de Jesús, es, sin lugar a dudas, la más hermosa, la más bella, la que cala más hondo en el corazón de todos. ¿Quién no se conmueve ante la proximidad de la Navidad? Es también la fiesta de los niños, de su incontenible y bulliciosa alegría, y, por contraste, es también la que mayor suma de recuerdos, de nostalgia y de tristeza trae al ánimo de todos los hombres. Nombrar diciembre y asociarlo con el color y la alegría de los inolvidables recuerdos de la infancia, es una misma cosa. Cada año, con los primeros cantos navideños –los aguinaldos- todo ese mundo de vivencias aflora espontáneo, preciso, con todo el poder y fuerza que tienen los recuerdos de la infancia: la casa paterna y el deseo de los padres por hacer que nos sintiéramos felices a esa edad, la compañía de los hermanos y el trabajo de poner el nacimiento o adornar el arbolito, los ensayos de los aguinaldos y la gran satisfacción de ver hacer las hallacas por las manos hacendosas de la madre. ¿Quién escapa a esos recuerdos?


En Oriente la Navidad reviste un acontecimiento extraordinario por celebrarse con toda la fragancia y el sabor de la tradición. Andaluces o catalanes, o isleños de Tenerife, pobladores de estas tierras, dejaron aquí –con las costumbres tradicionales de su pueblo- sus cantos y su música. El aguinaldo propiamente dicho, es español y es este quien lo trae a América con el cristianismo y todas las influencias culturales de los antiguos íberos, los romanos o los árabes. A esos cantos que llevaba el juglar de villa en villa, el español los sigue llamando villancicos. Nosotros los llamamos aguinaldo y aunque en él perduran las antiguas raíces, siempre hay un fondo cultural, mejor dicho, un fondo de aportación cultural el indígena o del negro; más de las antiguas tradiciones del indio que del negro. Una muestra la tenemos en los aguinaldos que se cantan en cada región donde la variedad de sentimientos e intenciones sirven para exponer junto al chispeante humorismo del blanco, la sobresaliente desconfianza del indio o la malicia encubierta del negro.


En Barcelona, Urica o El Chaparro, Clarines o Sabana de Uchire, los aguinaldos sirven a esas intenciones y también a otros intereses. En la Navidad del año pasado, en Uchire, se oyeron estos aguinaldos improvisados por un hombre del pueblo:


¡Ah¡ Niño de Uchire,

yo te lo decía:

que al cambiar de mando

yo te cantaría.


Y viendo al niño en el pesebre, casi ahogado entre un pajonal de un verde intenso, que esa tarde habían recogido en la sabana, agregó:


Quítenle la paja,

al niño de encima,

que si está llorando,

algo le lastima.


Cantadores de aguinaldos, en cada región, constituyen un valioso aporte folklórico. En Sabana de Uchire son memorables los aguinaldos cantados por Bartolo y Julio Morales, Victorio Catamo, Chulo Guacha y Jesús Malagueña. En Lechería un grupo de viejos pescadores margariteños cantan unos aguinaldos con un sentimiento y una emoción jamás sospechada. Y no solo eso, la melodía de ese canto, así como su letra, es algo realmente inolvidable. Es curiosísimo el hecho de que los cantadores casi siempre son hombres mayores, de cabeza blanca, que en la alta madrugada de la noche de Navidad salen de sus casas formando una comparsa –con cuatro y maracas- para buscar la compañía de otros paisanos o familiares.


En cuanto a vivencias folklóricas relacionadas con la Navidad, estos pueblos de oriente conservan un valioso acervo cultural. En Anzoátegui sobresale la danza o baile indígena que tradicionalmente se baila por estos tiempos en Caigua, un antiguo pueblo de misión. En este baile se observa muy poca o ninguna influencia de lo español. En Cumaná, el diablo –un hombre- representa el concepto religioso y moral de la idea del mal y aunque en su atavío o disfraz se incluyen componentes indígenas, o que usa el indígena, su caracterización no es autóctona; lo trajo el español. En el mismo Cumaná es notable y digna de verse la comparsa que todos los años, por Navidad, organiza Georgina Rodríguez, la Negra Georgina: El Guarandol, con su melodía y coreografía propias, no faltan en diciembre. Georgina es de Chiclana y el enorme pájaro, que otros años vistió con papel blanco rizado, quién sabe este año que color vestirá. Pero no se crea que esa comparsa de la negra Georgina es la única que organizan en Cumaná. El Carite y El Chiriguare, y muchas otras, son dignas de verse en muchos pueblos del Estado, en Nueva Esparta y Anzoátegui.


Hombres de letras en todos los tiempos, han escrito sus impresiones en relación con la Navidad. Nos llena de orgullo y satisfacción mencionar entre ellos al poeta José Tadeo Arreaza Calatrava, que escribió el más bello y el más nacional de los poemas infantiles que tratan de la Navidad, antes de crearse la necesidad pedagógica de una literatura infantil, a la que aportó notables antecedentes Rafael Olivares Figueroa. El poeta Arreaza Calatrava se dejó conmover por los recuerdos de su niñez en Aragua de Barcelona y escribe la más inolvidable literatura que hoy puede leer el niño venezolano.


En cuanto a la costumbre de ofrecer regalos en la Navidad, pensamos que esta puede tener su origen en la historia de los tres Reyes Magos, quienes llegaron con sus presentes para el niño Jesús, doce noches después de su nacimiento. Es verdad también que existe una versión que atribuye esa costumbre de los regalos como proveniente de una antigua celebración romana: el 21 de diciembre es el día más corto del año. En la antigua Roma era costumbre celebrar la llegada del invierno, y, a partir de esa fecha, los romanos se hacían mutuamente regalos para festejar la mayor duración de los días. La tarjeta de Navidad tuvo su origen en Inglaterra; su intercambio comenzó en 1840. En los países cristianos esta tarjeta de Navidad constituye una expresión de afectos y simboliza nuestra alegría por el nacimiento de Jesús.


El arbolito de Navidad parece ser originario de Alemania. Se ha dicho que el monje San Bonifacio, en el siglo VIII, adornó el primer arbolito. Fue una buena idea. Los sajones aportaron la escarcha, el bastón rojo y blanco y las medias muy decoradas, propias de estos días.


En Italia, Francia, España y en toda la América Latina, la representación del nacimiento de Jesús con figuras de barro, cerámica o yeso, constituye una vieja tradición, cuya paternidad se atribuye a San Francisco de Asís. Él, que tanto amaba a los animales, el año 1.224, teatralizó el rito navideño, escenificando la historia. Se cuenta que llevó a una de las naves de su iglesia elementos vivos y, encabezando grupos de aldeanos, bailaba y cantaba villancicos alrededor del nacimiento. Así fue como nació la tradición del nacimiento y surgieron después las figuras de arcilla, yeso o madera, representando a cada uno de los personajes de la historia bíblica.


En cuanto a Santa Claus o San Nicolás, su representación proviene de una vieja costumbre holandesa. San Nicolás es amigo de los niños, patrono de los marinos, de los empleados y de los maestros. En Norteamérica cambiaron a San Nicolás por un hombre gordo, vestido de rojo con adornos blancos. Desde el polo norte, por estos días de Navidad, viaja en un trineo tirado por renos. Los niños deben colgar sus medias la víspera del día esperado para que Santa Claus les deje allí sus regalos o dulces.


Leyendas o tradiciones, con distintos orígenes, y, por supuesto, con diversos aportes culturales, emotivos o sentimentales, es cuanto de sabor y color a estos días de tanta significación como son los de la Navidad.




¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad¡




El Morro de Barcelona, 22 de diciembre de 1972.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La huella imborrable del Maestro José Ramón Camejo Sabino

La memoria de los tiempos de la educación en lo que hoy configura esa imagen de yunque, con la ancha base de las aguas del Orinoco, esto es, la representación geográfica del Estado Anzoátegui, nos acerca la presencia humana del maestro don José Ramón Camejo. Su única iconografía, un retrato de los finales de su vida, perpetúa los rasgos de un anciano: el pelo liso, blanco, el bigote entrecano que le cae sobre una boca pequeña y fina, los anteojos disimulando los estragos de la visión ya menguada. Su trance vital lo lleva desde El Chaparro, donde nace el 14 de abril de 1839, hasta Clarines, donde se apaga su luz en 1.919. Cada huella de su existencia es un colegio donde además de la instrucción se enseñan las ideas de una filosofía de la más inquebrantable moral. Instructor y ético en Ciudad Bolívar, Upata, Aragua de Barcelona, Trinidad, Zaraza, Maracay, La Victoria, Caracas, y, finalmente en Clarines.

Fue autor de varias obras didácticas y de muchísimos artículos de carácter científico y literario. En 1.882 publicó Instrucción Moral y Religiosa, un tratado de tanta vigencia en aquella época, como hoy; autor también de una Historia de Venezuela y de un Manual de Pedagogía, por cierto, el primero que se publicó en nuestro país, y, en colaboración con el Dr. Ramón Isidro Montes, fue autor de una Gramática. Don José Ramón Camejo creyó en la misma escuela de vocación artesana que ilumina la permanente angustia de don Simón Rodríguez y como este mesiánico trashumante jamás tuvo descanso ni recompensa.

Paralelamente al tiempo del maestro Camejo, la historia de la educación en Anzoátegui asume otros nombres perdurables: Domingo José Guzmán Bastardo, médico y Teniente de Ingenieros, fundador del Colegio San Juan Bautista en Aragua de Barcelona; el Bachiller Narciso Simón Fragachan, así como su padre el Bachiller Carlos M. Fragachan; el Bachiller Luís Arreaza Matute, Rafael Caballero Sarmiento. Estos forjan en Aragua de Barcelona el destino social de generaciones de venezolanos desde una cátedra que junto al programa de estudios configura hechos de conducta y de esa rectitud que es un poco la semblanza étnica de estos creadores de cultura.

Ningún tiempo de desprecio como el que padecen sus nombres, los puede borrar de los anales de educación en el Estado Anzoátegui.

Del Oriente Venezolano
Rafael Armas Alfonzo
Pag. 105

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