miércoles, 29 de abril de 2009

La Estirpe de Las Rojas

Los párrafos que siguen a continuación, son una trascripción literal de parte de la obra “La Estirpe de Las Rojas”, escrita por Don Antonio Herrera Vaillant, presidente del Instituto Venezolano de Genealogía y editadas por la Academia Nacional de Historia.

Esta obra presenta el cuadro genealógico de los descendientes de Ana de Rojas y Diego Gómez de Agüero, originarios del Oriente Venezolano, específicamente de la isla de Cubagua, y ascendientes de la mayoría de la elite que ha dirigido nuestro país desde la colonia, destacando dentro de estos descendientes el Libertador Simón Bolívar y el Mariscal Antonio José de Sucre.

Referente a la pregunta que se harán algunos de los lectores del árbol genealógico de “Algunas Familias”, sobre si descienden o no de esta importante e influyente rama familiar, les informo que actualmente no tengo las suficientes evidencias como para afirmarlo. Sin embargo, guardo por allí una teoría que pronto la publicare en este Blog, basado en las notas que dejara José María Rojas Carvajal, en una libreta, de donde pudimos obtener importante información para exponer nuestra teoría de enlace con esta estirpe, pero la coincidencia no es precisamente por el apellido el Rojas, sino por el Loayza. Quedará entonces para futuras investigaciones, el buscar el enlace con esta estirpe por el apellido Rojas, de la rama que se encuentra en el árbol. Son muchas las coincidencias que nos permiten acariciar la posibilidad de que así sea.

Igualmente he podido comprobar, que los descendientes de los Sotomayor de Altagracia de Orituco, como por ejemplo María Gregoria Sotomayor, esposa de Esteban José Marrero Hernández, descienden directamente de esta rama, falta por supuesto el trabajo de investigación de enlazarlos para su presentación en la página. Igualmente puedo mencionar, que las familias de apellido Pantoja, fundadores del pueblo de Chacao, son descendientes de las Rojas, y probablemente lo sean los del mismo apellido que llegaron a Guaribe a finales del siglo XIX, en esto último hay mucho trabajo por investigar y dejo esta línea de investigación para que alguien se interese.

Los invito pues a leer el presente texto, que no tiene desperdicio. Es solo una pequeña parte de la obra, conformada por dos tomos de volumen considerable, donde se encuentran detallados buena parte de los descendientes de las Rojas.

Genearcas de Venezuela

Dentro de la sociedad venezolana, al igual que en numerosas naciones de América, como ha demostrado en su estudio el catedrático don Rafael Sánchez Saus, han existido estirpes que son comunes a importantes segmentos de población en cada región a partir de los primeros años de su conquista y colonización por parte de representantes de la Corona española.

Venezuela cuenta con un número considerable de importantes genearcas establecidos a lo largo de nuestra geografía durante el siglo XVI, casi todos procedentes de España, los cuales dejaron su huella a través de las diferentes regiones del país. A través de los siglos, a medida que avanza la integración regional del país dentro de una sociedad moderna, las descendencias de esas estirpes se han ido mezclando para conformar las raíces esenciales de la actual nación venezolana.

Sin embargo, durante la época colonial estirpes descendientes de diversos genearcas mantuvieron un desarrollo limitado por los parámetros regionales.

En la ciudad de Trujillo y en gran parte de los Andes venezolanos, incluso significativos segmentos de la sociedad colombiana, está la extensa descendencia del conquistador Sancho Briceño, que aporto su liderazgo político, económico y social a dichos territorios, sin apenas extenderse hacia el Centro y Oriente del país hasta el siglo XIX. De hecho, la primera incursión conocida en el estudio de un genearca venezolano la constituye el estudio que sobre la descendencia de este conquistador publicó don Vicente Dávila en 1.927.

En la región centro occidental de Venezuela, fundamentalmente los estados Lara, Falcón, y Portuguesa, que se encontraban bajo la jurisdicción , de Caracas, pero separados de ella por barreras naturales de distancia y transporte, arraigaron desde muy temprano las estirpes de los conquistadores Gutierre de la Peña Langayo, Juan de Villegas y Damián del Barrio. Estos mismos genearcas figuran de manera decisiva en la formación de la sociedad zuliana.

Al pasar al Oriente del país, esta la figura del extremeño Juan Rengel, que paso a la población de Cumana en 1.569 con su mujer, María Duran, y sus hijos, siendo el primer Alcalde ordinario de la ciudad. Hasta ellos puede demostrarse la ascendencia de gran parte de las clases vivas de la región oriental de Venezuela.

El centro del país, Caracas y el denominado corazón de Venezuela, constituido en factor de dominio político, social y económico desde muy tempranos años de su formación son genearcas indiscutibles a las llamadas hermanas Rojas, originarias de la Isla de Cubagua, primer asiento formal de población europea en la nación (1.517).

Todas las estirpes mencionadas, y otras, confluyen en el tiempo, integrándose a lo largo de los siglos y con integrantes venidos de diversas otras naciones, incluidos los factores aborígenes y africanos, para configurar la nación venezolana del siglo XXI.
En los descendientes de las Rojas tiende a confluir una elite venezolana, en el mejor de los sentidos de dicha palabra, que suministra liderazgo y dirección a la sociedad y economía de este país a través de los siglos.

Hoy, desde luego, la estirpe queda diluida dentro del vertiginoso crecimiento demográfico experimentado por Venezuela a partir de 1935, mas no relevada, en sentido alguno, de la vocación y responsabilidad de contribuir al desarrollo y bienestar de la nación.

De su condición de elite conductora y ejemplar hay numerosos ejemplos. Como principal lucero de la diadema de valores humanos resalta El Libertador, don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios, arquetipo del aristócrata venezolano, descendiente por varios costados de las hermanas Rojas; como también lo fue el Gran Mariscal de Ayacucho y primer Presidente de Bolivia, General don Antonio José de Sucre y García de Urbaneja. En cierto modo este estudio tiene su inicio en una de las primeras publicaciones genealógicas en Venezuela, destinada precisamente a comprobar los nexos de parentesco entre Bolívar y Sucre.

Pero estos dos insignes venezolanos no estaban solos, aunque con su ejemplo sobrase, sino toda una pléyade de compatriotas que ha venido suministrando aportes y dirección a todos los ámbitos de la actividad humana en Venezuela desde que el país se conoce como entidad política.
El Libertador y el Gran Mariscal de Ayacucho, con toda su gloria, no fueron sino elementos insertos dentro de la matriz genealógica de una elite venezolana que ha proporcionado a la historia una galaxia de luminarias que resplandece a través de los siglos.

En las biografías reseñadas en el "Diccionario de Historia de Venezuela", de la Fundación Polar, se incluyen más de 370 descendientes directos de esta estirpe, o sus cónyuges, los cuales imprimieron su huella civilizadora en la construcción de todas las facetas de la vida nacional a lo largo de quinientos años de historia Venezolana.

La contribución de estas personas a la formación del país en todos sus órdenes se reconoce al ver sus nombres plasmados para la posteridad en escuelas, hospitales, obras y edificios públicos, poblaciones, y demarcaciones geográficas a lo largo y ancho del territorio nacional.

El asunto que tratamos es aun más profundo. Si se enumeran todas las personas que
encontramos reseñadas biográficamente en el mencionado "Diccionario", las encontramos distribuidas en varias categorías. Algunos son personajes cuyo accionar histórico fue fundamentalmente destructivo para el desarrollo de la civilización en Venezuela.

De inmediato vienen a la mente personajes negativos como José Tomas Boves, Dionisio Cisneros, Julián Castro, Cipriano Castro, y otros, cuya inclusión en cualquier historia nacional se debe casi exclusivamente a la notoriedad de su acción destructiva y disociadora, y no se justifica con aporte positivo alguno al desarrollo nacional.

Otros fueron incluidos porque sostuvieron alguna actividad notable en su época, sin sumar mayores aportes al desarrollo. Algunos, por ejemplo, son mandatarios nacionales o personas que por algún motivo quedan registradas en la historia nacional por haber ocupado tal o cual posición, sin aportar mayor valor agregado a la formación de la sociedad, la economía, la cultura, o cualquiera de los campos en que se mide el desarrollo de un país.

El verdadero significado histórico de la Estirpe de las Rojas se encuentra en la suma de las contribuciones que sus descendientes y enlazados han hecho a la civilización en Venezuela, al desarrollo del país en todos sus órdenes, y a la elevación de los niveles de vida de la colectividad nacional.

La estirpe de las Rojas durante la Colonia

La estirpe que en este caso nos ocupa es la llamada Estirpe de las Rojas, que corresponde fundamentalmente a la ciudad de Santiago de León de Caracas, con importantes ramificaciones en los Estados Miranda, Aragua, Guárico, Carabobo, Cojedes, Yaracuy y Lara, que prácticamente constituyen la antigua Provincia de Venezuela, centro y corazón de la actual República de Venezuela. Tuvo asimismo importantes ramas en las antiguas provincias de la Nueva Andalucía y Margarita.

Originaria de las islas de Cubagua y Margarita en el Oriente venezolano, la estirpe nos brinda muchas claves sobre la formación y el desarrollo de la sociedad venezolana. Una primera observación es que los nexos de esta gran familia hacia Oriente imprimen a la historia de Venezuela un notable sesgo hacia el Caribe, que seguramente influyó en que la nación permaneciera de espaldas a los Andes venezolanos hasta principios del siglo XX.

La Estirpe de las Rojas procede del matrimonio del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas, efectuado en la Nueva Cádiz, isla de Cubagua, hacia 1.535, denominada así por la persistencia del apellido Rojas entre sus descendientes y al hecho que del matrimonio nacieron ocho hijas, y un solo hijo. La elite central venezolana desciende, en su casi totalidad, de estas mujeres que constituyeron la base y el eje de la primera sociedad establecida en Caracas.

Las hijas del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas casaron, todas con los principales conquistadores y pobladores de Santiago de León de Caracas. En efecto, los esposos de estas mujeres fueron: el Capitán Lázaro Vázquez, el Capitán Alonso Díaz Moreno, el Maestre de Campo Garci González de Silva, el Capitán Francisco Infante, el Capitán Cristóbal Mejía de Ávila, y el Capitán Pedro Álvarez Franco, todos ellos destacados conquistadores y pobladores de Caracas y de la región central.

En la siguiente generación, mujeres de esta familia casaron con el Capitán Juan de Guevara "El Mozo", Simón de Bolívar "El Mozo", el Capitán Mateo Díaz de Alfaro, Juan Desque, el Capitán Andrés de San Juan, el Capitán don Diego Vásquez de Escobedo, el Castellano Onofre Carrasquer, el Capitán Pedro Mijares de Solórzano, el Capitán Andrés Vázquez Bocanegra, y otros de los más prominentes vecinos de la incipiente ciudad de Santiago de León de Caracas en sus primeros años.

Hacia 1587 el Gobernador Luis de Rojas, enemistado con esta familia, se refería a la posición predominante del clan dentro de la sociedad caraqueña, diciéndole al Rey: "si algunos delitos grabes que se cometen por cierta parentela de esta ciudad que se dicen las Rojas, que son siete hermanas, todas casadas, y con muchos hijos y nietos que son la mitad del pueblo y acostumbrados a no ser castigados, que no puedo averiguar con ellos a causa de que la Audiencia les hace mucho favor porque son ricos".

La estirpe de las Rojas y la economía colonial

Una de las características que resalta sobre el impacto de los descendientes de Diego Gómez y Ana de Rojas en la formación de la sociedad venezolana es en el campo económico que dominaron hasta finales de la era colonial.

Como es ampliamente sabido, durante los primeros dos siglos de la conquista y colonización de la América española prevaleció en nuestros territorios el uso de las Encomiendas como forma de organización en las relaciones de producción. La relación era relativamente sencilla, los indígenas eran obligados a trabajar para determinados españoles a cambio de su proceso de conversión a la religión católica.

Aunque reglamentada en detalle, la relación contenía deberes y derechos de parte y parte que, como tantas otras disposiciones de la Corona, se vio frecuentemente violada a través de los tiempos y espacios. No es el sitio evaluar su eficacia, simplemente se menciona como indicador de una situación dentro de la sociedad y la economía.

El caso es que para obtener Encomiendas había que demostrar méritos hacia la Corona, y en el caso de Venezuela entre los méritos mencionados mas recurrentemente a lo largo del siglo XVII, era el de haber luchado contra el tirano Lope de Aguirre en su célebre amotinamiento y desafío a la Corona en 1.561. Entre los venezolanos que señalaban este mérito ocupan posición muy especial los descendientes del Capitán Diego Gómez, y su mujer, Ana de Rojas, martirizados por el vasco enloquecido en la Isla de Margarita, como veremos.

Así pues puede relacionarse el presente trabajo genealógico a un censo que data aproximadamente de 1.650, y comprende 101 encomiendas en los territorios de lo que hoy son el Distrito Federal, y estados Miranda, Aragua, Carabobo y partes del Guárico y Yaracuy. No incluye a los estados Zulia, Falcón, Lara, Portuguesa, y Trujillo, que aun siendo parte de la Gobernación de Caracas mantenían un desarrollo autónomo, con diferente composición demográfica y genearcas propios.

Tampoco incluye a los estados orientales de Anzoátegui, Sucre, Nueva Esparta, Monagas y Bolívar, que para la fecha pertenecían a la Gobernación de la Nueva Andalucía y presentan una demografía y genearcas propios.

Mucho menos a los estados Mérida, Táchira y Barinas, que hasta fines del siglo XVIII formaron parte del Nuevo Reino de Granada. Mucho menos a los actuales estados Apure, Amazonas y Delta Amacuro, que entonces eran tierras aun por poblar por parte de los españoles, como en cierto modo lo son hasta el presente.

Sin embargo, se trata de la región central, el corazón de lo que durante todo el régimen colonial constituyó la provincia de Venezuela, que es precisamente donde se estableció la mayor parte de la descendencia del Capitán Diego Gómez y su mujer, Ana de Rojas.

Al analizar el documento surge que 36 de 101 encomiendas estaban en manos de descendientes directos de la mencionada pareja o de sus cónyuges. De los 3.253 indios encomendados para la fecha -cifra que por demás indica el relativo despoblamiento de la provincia venezolana - 1.617, o sea, un 50% de los indios encomendados lo estaban a descendientes de estos dos pobladores. De los 92.575 pesos que rentaba el total de encomiendas, 27.700, el 30% aproximado era percibido por este grupo de personas.

Tres de los cuatro encomenderos que mayores rentas percibían eran descendientes directos de los genearcas que ahora estudiamos: Don García de Vera y Silva (6.000 pesos), el Maestre de Campo Lázaro Vázquez de Rojas (5.700 pesos), y don Juan Martínez de Villegas (4.500 pesos). No obstante las mayores rentas por encomienda eran percibidas por el Capitán don José Serrano Pimentel, dominicano, y su mujer, la caraqueña doña Francisca de Gámez (6.500 pesos), cuyos descendientes enlazaron con la estirpe.

En otro Padrón y matrícula que se hace de los vecinos de Caracas para el repartimiento de las reales alcabalas en 1.660 se evidencia aún más claramente la posición dominante de la descendencia de las Rojas dentro de la elite de la capital venezolana, que para esa fecha no pasaba de 5.000 personas.

Aun más significativa resulta la siguiente estadística: El 40% del total de árboles de cacao sembrados en la Provincia de Venezuela entre 1.683 y 1.746 era propiedad de descendientes directos del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas. Este es el resultado de un estudio comparativo que hemos hecho entre una averiguación efectuada en 1.683 por el Gobernador don Juan de Padilla Guardiola; y un censo llevado a cabo por el Gobernador don Gabriel de Zuloaga, en los territorios del Distrito Federal, y estados Vargas, Miranda, Aragua, Carabobo y Yaracuy.

Sobre razas y castas: Los Mantuanos

En Venezuela, algunos han atribuido tintes racistas a la genealogía, sin que ello diste más de la realidad. Sencillamente no se puede hacer verdadera genealogía en Venezuela sobre bases racistas, pero tan poco se puede hacer genealogía científica prescindiendo del factor racial. Los datos raciales conforman un elemento más en la identificación en su contexto de las personas, o como diría Ortega y Gasset: "El hombre y sus circunstancias". Se ha creado una matriz sumamente imprecisa sobre el origen del mestizaje venezolano.

Las raíces del mestizaje venezolano se remontan mucho más allá de la colonización: Por una parte los indios caribes mestizaron a los aruacas, pero por el otro, mas de 8 de cada 10 europeos que emigraron a Venezuela durante la Colonia procedían de Islas Canarias, donde ya venían premezcladas algunas combinaciones raciales a través de los "guanches", de donde pueden entenderse muchos rasgos físicos de grandes sectores de una población en la que los "pardos",criollos mestizos, eran mayoría a fines del siglo XVIII.

Indudablemente hubo coexistencia y mezcla de razas entre los europeos, los indios nativos y los esclavos importados, pero dentro de la sociología y la religiosidad de la época las mezclas fueron mucho menos frecuente en tiempos coloniales de lo que muchos -aun pretendidos científicos- han supuesto. Fue precisamente lo opuesto, la segmentación de razas durante la Colonia, lo que contribuyó a los conflictos sociales y raciales que proliferaron desde la Independencia hasta la Guerra Federal.

La mayor integración étnica se desarrolla, en términos demográficamente significativos, a partir de la Independencia, y se intensifica en toda su extensión después de la Guerra Federal, conflicto en el cual triunfaron precisamente, los pardos. Luego se multiplicaría a lo largo del siglo XX, hasta el punto de que en la actualidad es difícil encontrar una homogeneidad étnica salvo en emigrantes relativamente recientes.

No obstante, durante la larga era Colonial, que se extiende desde 1.518 -cuando los primeros españoles comenzaron a asentarse en la ranchería de Cubagua- hasta 1.821, es decir 313 años consecutivos, la sociedad venezolana se mantuvo seccionada y estratificada, en términos étnicos y regionales. Para reproducir esos mismos 313 años hacia delante de la Independencia, tendríamos que llegar al ano 2.134.

Con todo, fue durante esos años de formación de la tan escasamente estudiada era colonial que se asentaron las principales bases de la actual nacionalidad y cultura venezolana, enriquecida posteriormente con los aportes de gente que proviene de otras latitudes.

El "mantuanaje" caraqueño tenia indudables tintes raciales, pero no se limitaba a ello. Con el tiempo, y avanzado el siglo XVIII y siendo cada vez mas intensa la practica de la endogamia ó casamiento entre parientes, los cerrados círculos de la época excluían también a todo el considerado "advenedizo", afectando también a los españoles recién llegados.

El 29 diciembre 1.768, don Manuel Pérez de la Hoz, vecino de Ocumare del Tuy en el Estado Miranda, natural de la diócesis de Santa María de Albarracin en Aragón, pretendía matrimonio con doña Juana María Piñango, empobrecida integrante de la estirpe de las Rojas residente en Marín (Valles del Tuy).

Frustrado ante la oposición de don Alonso Piñango, hermano de la pretendida, escribía a las autoridades eclesiásticas: ''porque a los mantuanos en esta tierra les parece que los españoles somos algunas basuras" No hay indicio que el deseado matrimonio se haya consumado.

Uno de los signos de casta social que más se hace notar en la documentación venezolana de la época es el uso de los títulos "Don" y "Doña". El primer historiador de la provincia de Caracas, don José de Oviedo y Baños, escribió que el Rey Felipe II honró al mestizo Francisco Fajardo con el distintivo "Don". Agregó: "circunstancia tan apreciable en aquel tiempo (1.562), como abatida en el nuestro" (1722).

En sus inicios en España, el título o partícula de Don, derivado del latín "dominus" que se traduce como señor, por su significado otorgaba una categoría de noble y aristócrata bien nacido, con linaje.

Según Martín Alonso, el termino Don fue usado en los siglos XIII y XIV como "título honorífico y de dignidad, que antepuesto solamente al nombre propio, no al apellido, se daba a muy pocos". En un primer momento, este título fue utilizado para la primera nobleza, posteriormente, para todos los nobles y, finalmente, para cualquier persona que se consideraba bien portada.

En la lucha por el ascenso social el ideal era obtener un titulo de nobleza o un titulo como el de adelantado, otorgado por el rey. El simple derecho de usar el titulo de don antes del nombre elevaba al individuo a una condición social de nobleza. El español de origen villano aspiraba a que se le reconociese por lo menos su condición de hidalguía, esto es de origen noble.

Los hidalgos tenían derecho a ser tratados con el titulo de "don" y constituían una capa de nobles muchas veces empobrecidos. Una gran parte de la población española estaba formada por hidalgos, y a esa parte se añadían cada vez nuevos grupos, en premio de determinadas acciones o, después de 1.520, por compra del título. Este último procedimiento, al ser utilizado por plebeyos enriquecidos, sacaba de las listas tributarias a quienes tenían precisamente con que pagar impuestos, y gravaba en forma creciente al pueblo bajo y. en especial a los campesinos.

Este hecho, junto con la prohibición a los nobles de desempeñar oficios "viles", que retiraba del trabajo productivo a muchos hidalgos recientes, acentuó la crisis de la agricultura que la decisión de 1.501 en favor de la Mesta no había hecho sino subrayar.

Por ejemplo, el titulo de "Don" le fue concedido a Francisco Pizarro desde las Capitulaciones del 1.529 en las cuales Su Majestad le concedió, entre otros títulos y honores, la merced de la Gobernación y adelantamiento de aquellas tierras y el hábito de Santiago.

Sobre la creciente práctica de vincular la distinción con la fortuna, ironizo mas tarde don Francisco de Quevedo y Villegas (1.580-1.645), en uno de sus celebres epigramas:

"Vuestro Don, Señor Hidalgo,
es el don del algodón,
que para llevar el "don"
necesita tener "algo ''

Durante la misma época, doña María de Zayas y Sotomayor, escribía: "en Italia, ninguno se llama "don ", si no son clérigos, porque nadie hace ostentación de los "dones" como en España... Que si Su Majestad (Dios le guarde) echara alcabala sobre los "dones", le había de aprovechar mas que el uno por ciento, porque casas hay en Madrid, y las conozco yo que hierven de "dones ", como los sepulcros de gusanos".

En América, desde las etapas primeras de la conquista se le otorgaba el título de "Don" a los caciques indígenas, y de "Doña" a sus hijas, mas no a todos sus descendientes varones.

El 3 de enero de 1.611, la Real Audiencia de Santo Domingo declaró que el título de Don solo podría ser usado por obispos, nobles y sus descendientes. El 3 de julio de 1.664 se estableció que "los títulos de Dones pagaran 200 reales y siendo por dos vidas 400 y siendo perpetuos 600".

Solo los blancos podían recibir el título de "Don", votar para elegir cabildo y ocupar cargos públicos. En esta sociedad estratificada, se concedieron el título de "don" y "doña" a los hacendados españoles.

La jerarquía social era formalmente organizada a partir de prerrogativas legales, realmente encontró conflicto en la practica con los sujetos económicamente encumbrados pero de origen no noble, que dejaba marca en el color no blanco de su piel; y, en el otro extremo, europeos recién llegados, inmigrantes de origen humilde atraídos por las posibilidades económicas que podía ofrecerles el Nuevo Mundo, con la piel tan blanca como vacíos sus bolsillos.

Si bien el reconocimiento y la legitimación de una posición social se construyen en los usos y costumbres, fue necesario establecer una nueva distinción formal entre los grupos sociales, y personas más o menos distinguidas comenzaron a utilizar el título de don a partir de las dos ultimas décadas del siglo.

La carrera militar creaba un mas rápido acceso a la distinción, y a fines siglo XVIII se daba el título de "don" a todos los oficiales y sargentos.

En Cartagena de Indias, en 1.777, el título de don no era ya el distintivo de las personas consideradas "blancas de Castilla", sino que reflejaba una condición social "respetable". En el censo que estamos estudiando, un total de 1.080 personas recibieron el tratamiento de don o doña; es decir, el 10,3% de los habitantes. Varias cosas llaman la atención sobre el uso del don en Cartagena: En primer lugar, que por lo menos 241 pardos libres tenían el titulo de don. Ello demuestra que para esa fecha ya no era un honor reservado a los blancos.

El 10 de febrero de 1.795 se dicta en Aranjuez la Real Cedula de "'Gracias al sacar" por la que se suspenden los caracteres infamantes del estado de ''pardo, zambo, quinterón". A partir de entonces las razas despreciadas podrían comprar el titulo de Don y acceder a puestos que hasta ahora eran exclusivo privilegio de los blancos. Casi de inmediato, el 14 de abril de 1.796, el Ayuntamiento de Caracas, órgano de expresión de los criollos, acuerda enviar al rey una suplica para que suspenda los efectos de la mencionada Cedula.

Alejandro Humboldt, escribiendo sobre su paso del Quindío, en Colombia, decía "A menudo, presenciamos estupefactos en medio de la selva discusiones entre hombres desnudos dedicados a este menester tan deshonroso (carguero) a nuestros ojos, porque uno le negaba al otro que aseguraba tener piel mas blanca, el altisonante titulo de Don o Su Merced'.

En Venezuela, el uso del Don fue abolido en la Primera Republica y sustituido por el de "Ciudadano, Ciudadana", para luego regresar al final de esa etapa. Es abolido de nuevo a partir de 1.821, a pesar de que en muchas jurisdicciones continuó aplicándose en partidas sacramentales y otros documentos hasta aproximadamente 1.847, con el fin de la era conservadora.

En contraste, en Colombia, a lo largo del siglo XIX el titulo de "don", fue un reconocimiento que valía mucho mas que el de "doctor". En México a mediados del siglo XIX, a quienes destacaban en sus labores o a aquellos que ya eran mayores de edad, se les antecedía en su nombre el titulo de "Don". En muchas partes de América se dio el titulo de "Don" para otorgar un perfil de abuelo o viejo experimentado.

En España el uso de las partículas "Don" y "Doña" se generalizó a partir del fin del Antiguo Régimen en 1.834, y en la Isla de Cuba se les extendió a los negros después de 1.889. En el actual Puerto Rico se considera discriminatorio aplicarlo a unos y no a otras.

En Venezuela el uso del "Don" y la "Doña" siguió el patrón de otras naciones del Hemisferio, notándose una mayor liberalidad en su adjudicación a mujeres que en el caso de los hombres.
En una revisión de las partidas matrimoniales y actas capitulares de la ciudad de Santiago de León de Caracas para el periodo 1.664-1.676, hemos identificado 125 personas a las que se les aplicaba la partícula, excluyendo Gobernadores y personas de paso, de los cuales 48 eran descendientes de la estirpe de las Rojas o casados con ellas.

Consolidación de una estirpe

Resalta a lo largo de la evolución de esta estirpe un fenómeno común a toda Hispanoamérica, que es la endogamia, o sea matrimonio entre parientes. Aquí se comprobará que la endogamia dentro de la estirpe de las Rojas es una constante casi desde sus inicios, que va reforzándose en cada generación que transcurre, llegando a la novena en que casi la totalidad de los matrimonios de sus integrantes fueron con otros miembros de la estirpe.

La unión matrimonial entre primos se inicia en la estirpe de las Rojas en la tercera generación, entre los nietos, y se multiplica a través de las sucesivas generaciones hasta llegar a una de las conclusiones mas impactantes del presente estudio: En la octava generación, de unos 1.460 enlaces de descendientes directos de Diego Gómez y Ana de Rojas, unos 720 lo hacen con otro de sus descendientes, es decir casi un 50 %. En la medida que las ramas radicaban en poblaciones más pequeñas, o se ubicaban en los estratos superiores de la sociedad, más se acentuaba la tendencia endogamia.

Es decir que en tiempos de la independencia, cuando la población se estimaba en menos de 1 millón de habitantes dispersos a lo largo de una enorme geografía, llegaba a su apogeo el fenómeno de la endogamia en esta y otras grandes estirpes nacionales. Estas características persistieron hasta el siglo XX, apoyadas par el lento crecimiento demográfico: En 1.920 la población nacional era apenas 2.720.000, lo cual equivale a casi la decima parte de las cifras actuales (2004).

En el caso de las Rojas, la estirpe se había constituido en la base de la "elite", o del "mantuanaje" como comúnmente se le identifica en Venezuela. Es precisamente este fenómeno de endogamia, reforzado a través de las generaciones y aun persistente en la actualidad dentro de diferentes núcleos de la sociedad, que le otorga a la estirpe de las Rojas su característica fundamental, que la constituye prácticamente en una gran tribu venezolana, en el más pleno de sus sentidos.
En la novena generación la estirpe de las Rojas se ha constituido, en virtud de una asombrosa endogamia, en una especie de gran matriz en la cual se insertan sus integrantes y se suman otros factores exógenos, para abarcar la casi totalidad de la denominada "elite" del Centro y Oriente del país.

El fortalecimiento de las tradiciones y valores nacionales se consolida a través de estas múltiples uniones familiares, más allá de las regiones y de las castas sociales. Aquí comprobamos que el fenómeno se mantiene aun entre las ramas más disgregadas en la geografía, y en las más disminuidas en el campo económico.

Cuando pasamos al terreno cualitativo observamos el impacto catalizador que aportan numerosos integrantes de esta estirpe sobre el desarrollo y progreso de la sociedad en sus diferentes órdenes. Se trata de un efecto eminentemente civilizador, que contribuye decisivamente al progreso y a la evolución de la nación en su conjunto. Es por ello que solo historiadores muy contaminados por la desinformación ideológica minimizan el decisivo impacto de !as "elites", en nuestro caso la estirpe de las Rojas en la gran gesta que fue la independencia.

Con el advenimiento de la Republica y las grandes conmociones sociales, vendrá una mayor apertura social que lejos de debilitar, la amplía y fortalece. Sin embargo, a través del estudio se comprueba que la estirpe que tratamos, no solo no se extingue con las Guerras de Independencia, sino que continua su existencia, manteniéndose la endogamia en importante proporción.

Otro mito histórico es la desaparición de la estirpe o su extrema debilitamiento a causa de la Guerra Federal. Todo lo contrario, al revisar las listas de los principales actores Conservadores y Liberales del siglo XIX venezolano encontramos descendientes de este gran clan en ambos bandos y sorpresivamente su representación se muestra mas numerosa en el lado liberal que en el propio Conservador. El propio General Ezequiel Zamora, generalmente evaluado como el más radical de los liberales de aquella contienda, es uno más de la misma estirpe.

Ciertamente, al pasar del tiempo la endogamia fue cediendo, pero al estar tan sumamente consolidada paso a convertirse en una especie de matriz a la cual se continúan insertando nuevas familias por la misma vía matrimonial. El fenómeno endogámico persiste hasta este siglo XXI, generalmente de manera inconsciente, si bien aumentado y enriquecido con numerosos otros elementos humanos que se han ido sumando a su curso.

En la actualidad, muchos descendientes de Diego Gómez y Ana de Rojas, ignoran su condición, pero en general todos ellos están concientes de un vínculo -a veces no claramente identificado- con las entrañas históricas de Venezuela. El presente trabajo va dedicado a ellos, para estimular su contribución y actuación en la fundamental labor de llevar esta gran nación a niveles cada vez mejores de superación en todos los campos.

Aristocracia colonial criolla

Con la acumulación de riqueza agrícola, la descendencia de las Rojas se constituyo progresivamente en una aristocracia criolla, génesis y núcleo de lo que luego vino a denominarse "mantuanaje" caraqueño, por el uso de las mantas que acostumbraban las señoras de este linaje al acudir alas misas y otras ceremonias religiosas.

Dentro de las costumbres de una ciudad pequeña y provincial, enclavada en un cerrado valle, la asistencia a los actos religiosos y las costumbres que conllevaba, eran de enorme importancia en una sociedad cada vez mas dividida por el sistema de castas sociales, que se fue intensificando en Venezuela hacia el final de la era colonial.

Desde mediados del siglo XVII comenzaron los caraqueños a interesarse por las manifestaciones mas importantes de la Nobleza española, como era la posesión de títulos de Castilla o ser admitidos a las principales órdenes de Caballería de la Corona Española, destacando los descendientes de la estirpe de las Rojas. De un total de 58 personas que conforman el listado, 34 pertenecían a este linaje.

Virtualmente toda la nobleza colonial venezolana remonta sus orígenes a las hermanas Rojas, entre ellos los Marqueses de Mijares, Condes de San Javier, Marqueses del Valle de Santiago, Condes de la Granja, y los posteriores Marqueses del Toro.

Descendientes de esta estirpe enlazaron con Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela, como en el caso de los Gobernadores Ruy Fernández de Fuenmayor y don Francisco de Berroterán, Marques del Valle de Santiago.

Otros destacaron en la administración eclesiástica colonial, como en el caso de Fray Juan de Arechederra y Tovar, Obispo Gobernador de las Islas Filipinas; y el Padre José Ignacio Mijares de Solórzano y Tovar, Obispo electo de Santa Marta.

Uno de ellos, don Jerónimo de Ustáriz y Tovar, II Marques de Ustáriz, caraqueño que alcanzó las mas altas posiciones en la Monarquía, llegando al cargo de Ministro del Consejo Supremo de Guerra de España, y luego Asistente en Sevilla, donde falleció presidiendo el Cabildo de dicha ciudad.

Asimismo destacan el historiador don José de Oviedo y Baños, y uno de los primeros escritores militares de nuestra historia, don Nicolás de Castro Álvarez Maldonado.

Como dato curioso pero sumamente práctico para evaluar el posicionamiento social de la estirpe, el profesor Carlos Duarte nos dice que:

"El 1.777, habiendo llegado a Caracas don José Antonio Vidaondo, para ocupar el cargo de Tesorero Oficial Real, su mujer doña María Florentina Mendinueta y Múzquiz, se asesoró con doña María del Carmen Aranguren acerca de quienes debería participar su llegada y a quienes habría de pasar recado. Dona María del Carmen, quien acompañara en el recibimiento a su nueva amiga, elabora la lista de las señoras principales de la ciudad, la cual constituye hoy un valioso testimonio por revelar los nombres de las damas mas destacadas de la sociedad caraqueña del momento".

Lo impresionante de la lista, que consta de 59 señoras, aunque en algunos casos se refiere a grupos familiares, es que 43 de ellas (73%) eran descendientes directas de la estirpe de las Rojas que estamos tratando. Dos de los renglones restantes corresponden a las monjas de los dos conventos: y casi todas las demás eran españolas peninsulares o hijas de ellos.

La estirpe de las Rojas en la Independencia

Los descendientes directos de las Rojas fueron protagonistas de primera línea del proceso de la Independencia venezolana. Entre los firmantes del Acta de la Independencia de Venezuela encontramos a don Francisco Javier de Ustáriz, don Nicolás de Castro, don Gabriel de Ponte, don Luis José de Cazorla, don Martín Tovar Ponte, el luego Almirante don Lino de Clemente, y don José Gabriel de Alcalá. Si a ellos agregamos los cónyuges de descendientes incorporaríamos a esta lista al Marques del Toro, don Juan José Toro, don Francisco Javier de Mayz, y a don José Luis Cabrera Charbonnier.

Si nos remitimos al Acta del 19 de abril de 1.810, son más numerosos los descendientes de las Rojas por tratarse de una iniciativa del Ayuntamiento caraqueño, allí encontramos, entre descendientes directos y cónyuges, a: Don Martín Tovar Ponte, don Feliciano Palacios Blanco, don Valentín de Ribas, don José María Blanco, don Dionisio Palacios, don Pablo Nicolás González, don Silvestre Tovar Liendo, don Nicolás Anzola, don Lino de Clemente, don Francisco José Ribas, don José Félix Ribas, don Francisco Javier de Ustáriz, don Juan Antonio Rojas-Queipo, y don Nicolás de Castro.

Más allá de los firmantes de las actas históricas, los descendientes de las Rojas y sus cónyuges incluyen numerosos Próceres de la Independencia. Encabezan la lista el Gran Mariscal de Ayacucho, don Antonio José de Sucre, los Generales don Ramón Ayala, don Pedro Briceño Méndez, don José Maria Carreño, don Manuel de Echeandía, don Juan Escalona, don Francisco Hernaíz, don Andrés y don Diego Ibarra, don Manuel Manrique, don Ambrosio Plaza, don Daniel Florencio O'Leary, don José Félix Ribas, don Santiago Mariño, don José Laurencio Silva, don Carlos Soublette, don Diego Vallenilla, don Clemente y don Miguel Zárraga.

Asimismo los oficiales Coronel don Manuel y Comandante don Pedro Aldao; el Coronel don Ramón y el Comandante don Zenón García de Sena; el Comandante don Miguel Ustáriz, el Capitán don Lorenzo Buroz, el legionario Capitán Walter Dawes Chitty, el Coronel don Fernando Galindo, los Coroneles don Florencio y don José Leandro Palacios, el Coronel don Ramón Pérez Marcano, y el Coronel Guillermo Smith.

Entre los civiles descendientes y enlazados con esta estirpe que se destacaron en la gesta libertadora vemos a don Juan Vicente Bolívar, el Presbítero don Rafael de Escalona Arguinzonis; don Manuel García de Sena, don Vicente Lecuna Párraga, don Vicente Michelena y Rojas, don Andrés Moreno Istúriz, don Esteban Palacios Blanco, el Doctor don Miguel Peña, el Doctor don José Rafael Revenga; el Presbítero don Francisco José y don Juan Nepomuceno Ribas; don Francisco Ribas Galindo, el Doctor don Miguel José Sanz, don Casimiro Vegas y Palacios, y a don Guillermo Zarrasqueta.

Al paralelo de ellos, encontramos en la misma estirpe algunos destacados realistas como don Fernando Ascanio, don José Bereciartu, don Juan de Casas, don Juan Manuel Oropeza, el Comandante don Antonio Tovar Marín, y don Nicolás de Castro Pacheco.

La estirpe de las Rojas en la República

Diez de los Presidentes de la Republica y encargados del Poder Ejecutivo de Venezuela descendieron de manera directa, o por matrimonio de la Estirpe de las Rojas: el Doctor Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela; el General Carlos Soublette, el Doctor Andrés Narvarte, el General José María Carreño, Don Manuel Felipe Tovar, los Generales Antonio Guzmán Blanco, Jacinto Gutiérrez Martínez, y Esteban Herrera Toro, y en el siglo XX: Rómulo Gallegos Freire, y Raúl Leoni Otero, junto con su esposa Carmen América Fernández Alcalá de Leoni, ambos descendientes de las Rojas del siglo XVI.

Durante el siglo XIX resulta un tanto inesperado encontrar que una mayoría de los descendientes destacados de la estirpe de las Rojas, y sus cónyuges, militan en las más liberales antes que de las conservadoras.

Encabezados nada menos que por el General Ezequiel Zamora y Antonio Leocadio Guzmán, la estirpe viene representada por don Martín María Aguinagalde, el Doctor Fernando Arvelo Echeandia, José Miguel Barceló, Fernando Simón Bolívar, Juan Calcaño Mathieu, el Doctor José Pascual Casanova Cedeño, el General Luis Rafael Caspers, Isidro Espinoza, el Doctor José Antonio Fernández Landaeta, el Doctor Juan Vicente González Delgado, el Doctor Rómulo Guardia, el General Alejandro Ibarra Rivas, el General Andrés Simón Ibarra Urbaneja, el Coronel Diego José Jugo Ramírez, el General Santos Jurado Blanco, el General Andrés Aurelio Level, el Doctor José Marría Manrique Tovar, el Doctor Juan de Dios Monzón. el General Jacinto Regino Pachano Muñoz, el Doctor Simón Planas, el General julio F. Sarría, el Doctor Wenceslao Urrutia Blanco, y el Comandante José de Jesús Vallenilla Centeno.

No obstante, entre los conservadores figuraron también prominentes descendientes de las Rojas, encabezados por los Presidentes Soublette y Tovar, y por don Fermín Toro, encontramos al General Manuel Vicente de las Casas, el Doctor Manuel Maria Echeandia, Luis Felipe García Reverón, el General Domingo Hernández, Luis Iribarren, Domingo Antonio Olavarría, el General Esteban Palacios, el Doctor y General Juan Pietri, el Presbítero Antonio José Sucre Alcalá, Mateo y Pedro Vallenilla Guerra, el General Martín Vegas Herrera, y el Comandante Nicomedes Zuloaga Aguirre.

De modo que la estirpe de las Rojas se encuentra representada de modo muy destacado en ambos bandos de la gran contienda política del siglo XIX venezolano.

En el siglo XX, sobre todo a partir de la llamada "Revolución Libertadora" de 1.899, que inició la etapa de hegemonía de venezolanos originarios de los estados Andinos en el poder político, disminuye notablemente la presencia política de representantes de esta estirpe, pero hasta 1.945 encontramos exponentes tan diversos -descendientes directos o por matrimonio- como el General Pedro Elías Aristeguieta, los Doctores Diógenes Escalante, Atilano y Gonzalo Carnevali Parilli, José María Ortega Martínez, Luis Jerónimo Pietri, el Ingeniero Félix Quintero Paz Castillo, el Doctor José Rafael Revenga Pereira, el General Nicolás Rolando, el General Ramón Tello Mendoza, los Doctores Pedro R. Tinoco Smith, Laureano Vallenilla Planchart, y Don Armando Zuloaga Blanco; así como a unos pocos militares como Samuel Mac Gill, Luis Rafael Pimentel Agostini, y Mario Ricardo Vargas, muchos de ellos enlazados matrimonialmente.

Con posterioridad a la revolución de 1.945 continua mermando la presencia de los descendientes de la estirpe en la política venezolana. Excepciones destacadas las constituyen Rómulo Gallegos Freire, Raúl Leoni Otero y Juan Pablo Pérez Alfonzo, Lorenzo Fernández González, Luis Emilio Gómez Ruiz, Luis Lander Márquez, Mauro Páez-Pumar, y algunos representantes de la izquierda venezolana como los comunistas Salvador de la Plaza, Eduardo Gallegos Mancera, y los hermanos Gustavo y Eduardo Machado Morales.

Son muchos los comentaristas que han atribuido el progresivo deterioro de la vida pública venezolana a la ausencia de protagonismo por parte de sectores que mayor vinculación han tenido a la historia patria a lo largo de los siglos.

Como complemento de la contribución de esta estirpe a la vida pública tenemos a los más ilustres hacendistas de Venezuela, como los Doctores Santos Michelena, Francisco Aranda, Jesús María Herrera Mendoza, y Andrés Germán Otero.

Asimismo entre los juristas más eminentes de Venezuela a través de sus diferentes etapas históricas, miembros también del linaje, destacan los doctores Juan Martínez Alemán, Juan Bautista Calcaño, Luis Sanojo, Elías Acosta, Nicomedes Zuloaga Tovar, Ramón Fernández Feo, Gustavo Manrique Pacanins, Juan José Mendoza Aguerrevere, Carlos Mendoza Goiticoa, Simón Planas Suárez, Luis Felipe Urbaneja Blanco, y Francisca Soublette Saluzzo, primera mujer universitaria del país.

La Estirpe de las Rojas en la cultura Venezolana

El impacto de la descendencia de las Rojas en la cultura nacional ha sido tanto o mas importante que su contribución a la vida pública, y en este caso se ha extendido hasta el presente.

Entre los escritores, poetas y periodistas venezolanos los descendientes de esta estirpe son tan numerosos que es necesario nombrarlos en orden alfabético: Rafael Agostini, Juvenal Anzola, Francisco Aranda y Ponte, Antonio Arraiz Mújica, Simón Barceló, Ricardo Becerra, Eduardo Blanco, Rufino y Horacio Blanco Fombona, Nicanor Bolet Peraza, Antonio José Calcaño Herrera, José Antonio Calcaño Paniza, Juan Vicente y Simón Camacho Clemente, Vicente Coronado, Ángel Carnevali Monreal, Pedro Emilio Coll, Carmen Cristina Clemente Travieso, Guillermo Meneses, Jacinto Fombona Pachano, Heraclio Martín de la Guardia, Jacinto Gutiérrez Coll, Francisco Herrera Luque, Lino Iribarren Celis, Ricardo Ovidio Limardo, Rafael Michelena Fortoul, Henrique Otero Vizcarrondo, Miguel Otero Silva, Ana Teresa Parra Sanojo (Teresa de la Parra), Fernando Paz Castillo, Enrique y julio Planchart Loynaz, Alida Begoña Planchart Kerdel, José Antonio Ramos Sucre, Carlos Rangel Guevara, Miguel Sánchez Pesquera, Jesús María Sistiaga Lovera, Félix y Enrique Soublette, Francisco Tosta García, Laureano y Baltasar Vallenilla Lanz.

Mención especial merecen humoristas como Leoncio Martínez, y Francisco Pimentel (Job Pim); y el publicista Carlos Eduardo Frías.

Ente los educadores que a través de los siglos han contribuido decisivamente a la formación del pueblo venezolano tenemos a: Don Agustín Aveledo, doña Antonia Esteller, don Luis Espelozín, don Feliciano Montenegro y Colon, los Doctores Alejo Zuloaga, Jerónimo E. Blanco, José Domingo Blanco, Gustavo Herrera Grau, Alejandro Ibarra Blanco, Roberto Martínez Centeno, Cristóbal Lorenzo Mendoza Aguerrevere, Cecilia Nuñez Sucre, el Padre Carlos Guillermo Plaza Alfonzo, don Martín José Sanabria Toro, José Agustín Silva Michelena, Alberto]. Smith, Rafael Vegas Sánchez, y José Ramón Villasmil.

Los principales historiadores venezolanos forman parte de la descendencia de esta estirpe, entre ellos, por orden alfabético: Carlos Aristimuño Coll, José de Austria, Lino Duarte Level, Felipe Francia, Santiago Key Ayala, Vicente Lecuna Salboch, Jerónimo Martínez Mendoza, Augusto Mijares, Andrés Florentino Ponte, José Antonio Ramos Martínez, José Santiago Rodríguez Sosa, Luis Alberto Sucre, Felipe y Miguel Tejera Rodríguez.

En las artes plásticas encontramos a: Edgar J. Anzola, Ramón Bolet Peraza, Federico Brandt, Pedro Centeno Vallenilla, Antonio Herrera Toro, Pedro Ignacio Manrique Arvelo, Celestino y Jerónimo Martínez, Emilio J. Maury, Alejandro y Carlos Otero, Ricardo Razetti Willet, Martín Tovar y Tovar, Luisa Zuloaga de Palacios, Elisa Elvira Zuloaga, y Maria Luisa Zuloaga de Tovar.

En el orden musical la estirpe se encuentra representada por el Padre Pedro Palacios Sojo, Teresa Carreño, José Antonio Calcaño, María Luisa González Gragirena de Escobar, Ramón Delgado Palacios, Conny Méndez Guzmán, Inocente Palacios, Ramón de la Plaza, Juan Bautista y Eduardo Plaza Alfonzo.

En las ciencias encontramos la valiosa, profunda, y perenne huella de tan prolíficos genearcas .

Entre los exponentes de la ingeniería y arquitectura que han contribuido a la construcción física del país se cuenta una destacada representación descendiente y enlazada con el linaje de las Rojas, entre los cuales deben mencionarse a Felipe y Santiago Aguerrevere Michelena, Juan José Aguerrevere Echenique, Marco Antonio Casanova Saluzzo, José Cecilio de Castro, Melchor Centeno Grau, Roberto García, Juan Hurtado Manrique, Leopoldo Martínez Olavarría, Olegario Meneses, Jesús Muñoz Tebar, Lino José Revenga, Ricardo Razetti Martínez, Leopoldo Sucre Figarella, y Carlos Raúl Villanueva.

En el campo de la medicina encontramos una amplia y destacada representación del linaje, incluyendo a los Doctores Eliseo Acosta, Leopoldo Aguerrevere, Tomas Aguerrevere Pacanins, Carlos Arvelo Guevara y Carlos Arvelo Echeandia, Jose Ignacio Baldo, Ricardo Baquero González, Fernando Bolet, Nicanor Bolet Poleo, Herman de las Casas, Armando Castillo Plaza, Franz Conde Jahn, Guillermo Delgado Palacios, Nicanor Guardia, Bernardo Guzmán Blanco, Rafael y Andrés Herrera Vegas, Rafael Herrera Guerrero, Juan Manuel Iturbe, Gustavo Machado Hernández, Enrique Meier Flegel, Guillermo Michelena, Richard Murphy, Manuel Maria Ponte, Luis Razetti, José Manuel de los Ríos, Enrique Tejera, Elías Toro, Martín Vegas Sánchez, y José Rafael Villavicencio.

Insigne representación también se encuentra en todas las ramas científicas, en Matemáticas, Francisco José Duarte Isava; geógrafos y exploradores: Francisco Michelena y Rojas, y Franz Risquez Iribarren; naturalistas como Eugenio De Bellard, y Eduardo Rohl Arriens; los geólogos: Pedro Ignacio Aguerrevere Vera y Guillermo Zuloaga Ramírez; Armando Blanco, meteorólogo; en la aviación, Pedro Coll Font; y el investigador Humberto García Arocha.

Las obras sociales de esta familia se extienden a través de los tiempos en miles de iniciativas individuales, desde doña Josefa Melchora de Ponte y Aguirre, los Presbíteros José Ignacio Moreno Isturiz y José María Gedler del Pozo, en tiempos coloniales; hasta llegar a Cecilia Pimentel, Inés Ponte McClong, y la Madre Emilia (Emilia Chapellin Isturiz), en tiempos mas recientes.

Finalmente, el desarrollo económico moderno del país estuvo generado desde los albores de la Independencia por capitanes de empresa de la talla de Juan de la Madriz Gedler, Guillermo White, Juan Bautista Dalla Costa, Eduardo Larralde de la Madriz, Antonio Dalla Costa, Leandro Miranda Andrews, Agustín Valarino Bonfante, Juan Esteban Linares Espada, Lucas Ramella, y Manuel Antonio Matos, en el siglo XIX.

Y en tiempos mas recientes empresarios de la talla de Ricardo Zuloaga Tovar, Oscar Augusto Machado y Oscar Machado Zuloaga; Juan Simón y Lorenzo Alejandro Mendoza Fleury, Eugenio Mendoza Goiticoa, Alberto F. Vollmer, Carlos Stelling, Francisco de Paula Aristeguieta, Enrique y José Joaquín González Gorrondona, Lucio Baldó Soules, Gustavo Brandt, Rafael Maximiliano Valladares, Ramón Eduardo Tello Berrizbeitía, Jesús María Herrera Irigoyen, Porfirio Tamayo Burgos, Alejandro Lara Nuñez, Pedro Vallenilla Echeverría, Salvador Salvatierra Salas, Pedro Tinoco, Casimiro Vegas Rodríguez, y Diego Cisneros Bermúdez, por citar tan solo algunos de los descendientes de las Rojas que han contribuido con su labor y riesgo a la actividad económica nacional.

Al conectar todos estos personajes dentro de una misma matriz familiar genealógica, se demuestra que todo ese conjunto social ha continuado brindando frutos valiosos para la conducción y progreso de Venezuela hasta nuestros días.

Esa elite, incorporando todos los elementos adicionales que se le han ido sumando a lo largo de su desarrollo, implica conciencia de ser y valer, para que vuelva a ser un factor consciente y cohesionado al brindar ejemplo y patrones de conducta positivos a la vida nacional. Los albores del siglo XXI representan un nuevo reto a todos los venezolanos, y sobre todo a los de mayor arraigo, a mantener sus contribuciones al desarrollo y superación del país en todos los órdenes.

Por: Julio González Chacín

Fuente:
La Estirpe de las Rojas
Antonio Herrera Vaillant.
Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, Caracas, 2007.
Biblioteca de la Academia Nacional de Historia.
Tomo I.

Nota: Para los que deseen adquirir esta obra, les informo que solo se puede comprar en la Librería "El Buscón" del Paseo las Mercedes en Caracas.

martes, 14 de abril de 2009

El poeta Rafael José Muñoz

Rafael José nació en Guanape en 1928, hijo de Agustín López Chacín (Clic en el nombre para ver árbol)y de Zoila Piedad Muñoz Cabello. Pasó su infancia trabajando como peón agrícola en la hacienda de su padre en Guayabal y luego como tendero en Puerto Píritu, más tarde sería maestro rural en San Diego de los Altos. Muere en Caracas en 1.981.

Comenzó un par de veces los estudios de bachillerato en Caracas, abandonados primero por razones económicas y luego por el golpe de 1.948, ante el que Muñoz reaccionó ingresando en la resistencia clandestina en las filas del partido Acción Democrática (AD). Durante un tiempo se dedicó a la política como miembro de este partido por los años 50, y sufrió persecución durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, defendiendo el recurso de la lucha armada en la lucha contra la dictadura.

Al desgajarse la izquierda de AD, convirtiéndose en el Movimiento de Izquierda revolucionaria (MIR) y oponiéndose por las armas al gobierno, Muñoz pasará al MIR como uno de sus dirigentes, fue detenido y torturado muchas veces por oponerse al gobierno de la naciente era democrática. En 1963 viajó a la Unión Soviética para recuperarse de su conmoción mental, y a su regreso, discrepa de la continuidad de la lucha armada, salió del MIR y abandonó paulatinamente la política. Después trabajó en la campaña electoral de Carlos Andrés Pérez, de quien escribirá mas tarde su biografía.

Poeta venezolano que se destacó por su audacia en el uso del lenguaje y por una construcción literaria que renegaba de las formas cerradas del nacionalismo y de los tópicos y límites de la lengua adquirida. Sus primeras obras fueron una “Selección Poética”, de 1952, y “Los Pasos de la Muerte”, de 1953. Esta última, que revela a “un poeta dotado de poder de visión desacostumbrado”, e incluye un prólogo de Vicente Gerbasi.

Fue colaborador de publicaciones como Cantaclaro (que fundó al tiempo que el grupo homónimo, junto con Jesús Sanoja Hernández y Miguel García Mackle), la Revista Nacional de Cultura y Zona Franca, de la cual fue Jefe de Redacción.

Después de un periodo de separación de la vida social y literaria, motivado por crisis psicológicas y desencanto político, publicó en 1969 “El Círculo de los Tres Soles”, editado por la revista Zona Franca con epílogo de Juan Liscano. La influencia literaria predominante es la del poeta Peruano César Vallejo. En las cuatrocientas cincuenta páginas de “El Círculo de los Tres Soles” abundan los juegos onomatopéyicos, los anagramas del propio nombre del autor, símbolos, números y fórmulas matemáticas, la parodia como recurso de disolución del lenguaje convencional y, por tanto, de construcción de un universo paralelo hecho de palabras.

Basten como ejemplo de su poesía los siguientes versos, en los que se mezclan los dos estilos (lo sublime y lo ínfimo) que la retórica clásica consideraba antagónicos:

Soy dos para abrazarte, de noche y de día,
de noche soy tú, de día eres yo:
Sol y Luna, los dos, tu Ojo Ojo
que me mira como un corcho
desde el fondo del switche.

También de 1969 es el texto “En un Monte de Rubio”, en el que reflexiona sobre el poder y la imagen del hombre como dios.

Estampas Llaneras

Ven Somosata, mi amor, ven acá,
trae las pasamayeras del venado,
date cuenta que suscribimos los palotes
con música del joven Cullerts, con oréganos ahítos;
date cuenta, el reloj termina el paso
y cantan en su cuna los arrendajos, va a llover.

Mi esposa Somosata tiene un lunar en el mercadante,
un lunar que pisa mayor;
es de agua igual al vestíbulo, de arena con ganchos;
como rasgando sus puntos y comas, sus admiraciones;
ha oído de la gramática los surcos enfermos;
tiene trocotos y lechugas de la madrugada el portugués.

Somosata, no digas nada a las gallinas y a los patos:
Guido Untomi, mi amigo el italiano, el jardinero
del 5 y 6, tiene una granja en San Diego.
Padre Beylan con Elio, el hijo mayor, recuerdos de Mirla,
allá, en la esquina del Dr. Díaz, a ron por media hora.

No importan los tubos de la Avenida Bolívar, si va llover,
su taza de anís y los muertos que vemos en el mercado;
y las legumbres rezando 1 de la tarde, orejas de cochino,
sorda brisa matinal, olorosa a ganados.

Hacia allá marcha la caravana morosa de Lazo Martí.

(Rubens, te llama Maruja de perfil,
ella quiere ir a la caza del caballo ojeroso con cabos negros.
Si escuchas caer el aguacero en casa de zinc,
me acurrucas el morrocoy junto a las morocotas y lo peinas:
no vaya a ser que llueva de verdad y se me pierda
en siglos y semanas, y en tortuga y domingos.)



Por: Julio José González Chacín



Fuentes:

MSN Encarta.

Antología Histórica de la poesía Venezolana
Por: Julio E. Miranda.

Para consultar algunas de sus obras, entre ellas “Las Revelaciones de Rafsol”, ir a: