Por Manuel Matos Díaz (19 de abril de
2019)
“Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. A trabajar,
trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando.”
San Francisco de
Sales
Carlos Julio González Rojas,
hijo de doña Carmen Benita Rojas, (La Negra) y don Ángel
Rosendo Aragort (Chicho González), casado
con Celenia Chacín de cuya unión nacen
sus tres hijos: Wilfredo, Ángel y Julio José. Sus hermanas María Antonia, Amanda, Thais,
Matilde y Mirian. Su hermano mayor,
Ignacio y medio Guaribe como familia, vecinos de Samán Gacho.
Carlos Julio González Rojas y Julio José González Chacín |
Carlos Julio, como todo hijo de San José de Guaribe, fue un
personaje que como todos, con defectos y virtudes, solo que en este caso son
más las virtudes. Su personalidad se destacaba por ser amable, solidario,
consecuente y muy querido por un pueblo que lo vio nacer. En todo momento
demostró el amor hacia la tierra, ese olor a barro y a bosta de ganado, de la
leche recién ordeñada, de la brisa mañanera, de esa puesta de sol entre
cantaras de leche, trabajador incansable como cualquiera de los peones,
jodedor, ocurrente, de café recién colao’, hombre de a caballo, de recorrer sabanas,
montañas y caminos. De ese Carlos Julio quiero recordar.
Carlos Julio viene de
una de las segunda familia más pudientes de la época; dedicados a todo lo
referente a la ganadería y al agro, Carlos Julio estudió su primaria en una
escuelita que estaba ubicada al frente de la señora Carmen (La Bachillera),
vecina de la logia masónica y al frente donde el Dr. Fernández tenía su clínica,
más o menos se situaba la escuela, que
era dirigida por el esposo de Carmen, el muy famoso Bachiller González, quien era el
maestro.E es de hacer notar que muy poca gente tenía acceso a la escuela,
ya que apenas se iniciaba la educación primaria al llegar a la secundaria que
no se podía continuar en Guaribe. Su hermana, Amanda González actuando como
representante, se lleva a Cipriano Barrios y Carlos Julio a Caracas para
continuar los estudios de bachillerato, a los
Salesianos, orden que pertenece a la congregación religiosa católica de
San Francisco de Sales, específicamente en la Candelaria, y no precisamente por
ser unos santos o de alguna vocación religiosa, sino porque era donde se podía
recibir una mejor formación. Sin temor a equivocarme, soy de la opinión que es
allí, con los salesianos que reciben la formación que va a marcar un ante y un
después en la vida de nuestro personaje, y adquirir valores que preservan
durante toda su vida. Allí va a conocer a quien sería su compañero y amigo de
clases, el escritor y economista Jóvito Martínez Guarda, quien a su vez resulta
ser de Guanape, y su padre Francisco de Paula Martínez Velásquez (Paco Martínez). Allí se van a afianzar los lazos de hermandad
y compañerismo. La anécdota a resaltar, es que Jóvito casi siempre fue el
número uno en clases hasta que llegaron Cipriano y Carlos Julio, que se
plantearon el reto de ser los mejores y, así ocurrió. Carlos Julio llegó a ser el mejor estudiante de los Salesianos.
Guaribe es una tierra
que se extraña en ausencia y todo lo que aguarda en cada regreso es lo que se
deja acumulado, es un pedazo de la vida como un miembro del cuerpo no
amputable. Hay que destacar que los guariberos no pueden estar lejos de su
terruño, porque se amarran de cierta forma a sus afectos familiares,
costumbres, amores y amigos, a sus calles, al río, a sus hermosas muchachas de
camisa de cuadritos en un borde de la manga, o en el paseo nocturno por su
plaza de tubos que invitan a la tertulia obligada, a los amores secretos. No es
para menos las horas y días del retorno necesario, así que cuánto permiso obtenían, ¡Dale pa’ Guaribe..! Tanto así, que cuando
cursaba el tercer año, y ya haber estado en su terruño, partieron de Guaribe
para Caracas, ya que ese lunes siguiente tenían clases, pero súbitamente al
llegar al Chala, en Altagracia de Orituco, deciden retornar de nuevo a Guaribe.
Al llegar a Guaribe se consiguen con José Antonio Anato, Ismael Sifontes y el flaco Urbina
y se van hacia el club; piden una botella de whisky y Carlos Julio le da
la noticia del abrupto regreso. A los ya
contrariados amigos le dice: “Yo no voy más y si les preguntan digan que
fue por amor”. Fue la claudicación definitiva de sus estudios, para
dedicarse a una de sus pasiones que era la ganadería.
Carlos Julio (Mascagrapa), como la mayoría de las personas que leen esta nota, saben que en Guaribe nadie se salva de su sobrenombre, y si usted es del pueblo y cree no tenerlo, averigüe que se llevará una sorpresa. Mascagrapa era el sobrenombre de Carlos Julio, esto no he logrado saber quién lo bautizó, pero sí porque le decían así: La cara de Carlos Julio era como de arrecho, como quien mastica hierro o grapas de alambre de púas. Yo en lo particular jamás le dije así, yo era un carajito adolescente y en casa nos enseñaban a respetar a los mayores. Pero de que le decían Mascagrapa, le decían, sólo que eso era pura apariencia aunada a su carácter, un carácter que cuando de ser necesario emergía para la defensa de sus principios, y porque le gustaban las cosas bien hechas. En el fondo era un pan de Dios, amigo, servicial, solidario. En cierta ocasión lo detuvo un amigo y le pidió, a manera de ruego, que lo ayudara que tenía un problema y que si le podía prestar tres bolívares que en la época era un dineral. Carlos Julio se metió la mano al bolsillo del pantalón y saco una moneda de cinco bolívares, y le dijo “!Hombre! anda a disfrutar tus realitos”… Así era él. Jamás presumió de grandezas ni de linajes, era amigos de todos. Me atrevo asegurar que era más amigo de los campesinos que de muchos “Juán José”, por aquello de la canción. El sobrenombre de Mascatubo lo tenía también, pero ese lo heredó Ángel, su hijo.
Carlos Julio fue muy amigo de casa de mi padre y eran como
hermanos, se ayudaban mucho. Mi padre y yo íbamos mucho a su finca “El Salto” a
hacer trabajos en los corrales, y es allí, donde aprendo las faenas ganaderas,
el ordeño, a herrar ganado a montar. Es mi primer contacto con lo que
significaba la ganadería, incluso de pasar toda la tarde de los domingo en la
finca con alguna parrilla, o actividad que Carlos Julio inventaba, así como también asiduos visitante
a su casa en Guaribe, que casi parecía un zoológico. Era amante de los animales
y sobre todo de los pájaros, de hecho mandó a construir una jaula muy grande
para albergar las múltiples especies de aves. El amigo Germán Guzmán se
encargaba de todo ese patio.
Fue un hombre muy querido, ya que a lo que se comprometía le
ponía toda la pasión y dedicación posible. Si era jugando fútbol, una de sus
pasiones y el dueño de la pelota, porque el que tenía un balón de futbol ya era
mínimo “dueño de un equipo.” Aún recuerdo que usaba unos zapatos de hierro, los
que llaman “taco” para jugar él y todo
su equipo. También fue un gran coleador, junto a su hermano Ignacio González,
una dupla muy exitosa; por aquella época la manga de coleo era una vaina hecha
de madera con astillas y palos, por lo que se decide hacer una manga de coleo
nueva de tubos, como dirían, una vaina bien hecha y, de la Gobernación de
Guárico, su tío el gobernador Dr.: José Ignacio González Aragort, trae el
trofeo para la gran inauguración de la manga de coleo. Eso fue el 19 de marzo
del año 1970, cuando el Dr. trae el primer trofeo que se entregaría al vencedor
de la competencia que fue Carlos Julio, el triunfador de esa tarde de toros, y
no por ser familia del gobernador, los conocedores saben que hay ciertas
condiciones del coleo para declarar un ganador.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue un hombre como
todos pero sobre todo un hombre muy justo y correcto con los demás, no era de
aparentar o de mirar por encima del hombro, y eso lo demuestra esta anécdota
una de las tantas que se produjeron. En
cierta ocasión salía de su finca con los trabajadores y, así con olor a bosta
de ganado con ropa de faena, se presentó en el club de Guaribe, un sitio donde
había cierta exclusividad no accesible a todo. Así era en aquel entonces,
cuando ciertos grupos tenían el
privilegio y parecía como un club privado, con aires de supuestos abolengos o
noblezas formadas en la mente, porque de eso, nada. Siguiendo el cuento, se
presenta Carlos Julio con sus empleados y pide una botella de whisky, una de
ron ya que los obreros eran más dado a las bebidas espirituosas. Y espera, y
espera… pero se oye un murmullo entre los asistentes, y aparece en escena el
buen amigo Anato Espinoza, el popular “Rayito”, y se dirige a Carlos julio para
decirle con voz asustadiza “Carlos Julio, te mandan a decir que te
podemos despachar a ti, no a tus obreros”. Acto seguido, se para Carlos
Julio de su silla y le dice arrecho a “Rayito”…
“O atiendes a mis empleados o acabo esta vaina a tiros”. Acto
seguido, !todos fueron atendidos! Quiero aclarar que eso no se le ocurrió a “Rayito”,
sino que algunos asistentes lo mandaron para
que diga eso a Carlos julio, ya que ciertas presencias eran extremadamente
incómodas por los prejuicios típicos de la época.
EL MARATÓN DE BAILE DE TRES DÍAS
Julio José González Chacín |
por primera vez las fiestas eran para el pueblo y no
obedecían a intereses mercantiles, fiestas para la gente con los camiones del
señor Chivico para ser usados como tarima, música hasta el amanecer en pleno
asfalto, un día tras otro y con distintas locaciones para el disfrute de un
pueblo donde todos éramos una gran familia, así eran las Fiestas Patronales de
San José de Guaribe, dirigidas con un gran equipo y de la mano de ese gran
hombre que fue Carlos Julio González Rojas (Mascagrapa)… HONRA A SU MEMORIA.
NOTA ESPECIAL: En memoria a José Marrero, quien colaboro con
la confirmación de cierta información. Al amigo Ramón Canache, testigo y amigo
de Carlos Julio. Gracias.